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El 9 de julio se conmemora en Argentina aquel 1816 cuando se declara la Independencia en Tucumán. Estas son algunos datos que casi nadie conoce
Un cálido día, hace más de 200 años, los argentinos dijimos "somos libres". Pues el 9 de julio, el país declaró su Independencia. Fue en 1816, en la histórica Casa de Tucumán, donde 29 diputados firmaron el acta que rompía los lazos con la monarquía española. Te revelamos algunos datos de aquel día tan representativo para nosotros.
Cuando los representantes de las Provincias Unidas del Río de la Plata sellaron su puño y letra en aquel papel, se determinó el nacimiento formal de una nueva nación libre y soberana. Sin embargo, más allá de lo que representa ese acto, hay muchos aspectos de ese día que no suelen contarse en los libros de historia. ¿Qué ambiente se vivía en las calles de Tucumán? Estos son algunos datos:
Según las crónicas de la época que cuenta Billiken, el martes 9 de julio de 1816 estaba soleado y cerca las 14 horas los diputados del Congreso comenzaron a sesionar. Lo cierto es que pocos se preguntan: ¿Cómo se vestían las personas? ¿Con qué se alimentaron ese día?
La "moda" de principios del siglo XIX en el Río de la Plata era una mezcla entre la influencia europea, pues Argentina tenía la mirada puesta en aquel sector del mundo y las costumbres criollas.
Los hombres solían vestir con levitas oscuras, chalecos, camisas con cuellos altos, pantalones ajustados y botas de montar. Algunos complementaban con galeras o sombreros anchos, típicos de la época.
Las mujeres, por su parte, llevaban vestidos largos de telas pesadas como la seda o el algodón, muchas veces con corsé, encajes y mangas abombadas. El cabello recogido y los abanicos eran parte del atuendo elegante.
La peineta y el poncho, además, representaban las dos clases sociales que caminaban por aquella época. El poncho era muy usado por las mujeres que no eran dirigentes ni pertenecían a la clase alta. Era un abrigo que consistía en un trozo rectangular de tela pesada y gruesa, en cuyo centro había un espacio para pasar la cabeza. La peineta, en cambio, era un adorno femenino sobre el moño de una mujer adinerada.
Luego de la firma del acta, los congresales fueron agasajados con un banquete típico de la época. Si bien la historia no muestra registros exactos, los historiadores coinciden en que incluyó platos tradicionales del norte argentino. Se sirvieron empanadas tucumanas, locro criollo, humita en chala, tamales y dulces caseros como empanadillas de dulce, mazamorra y pastelitos.
Además, se brindó con chicha y vino patero. Tampoco faltó el mate, la misma infusión que consumimos hoy en día miles de argentinos.
Aquel día, era una ciudad pequeña pero muy activa. Sus calles de tierra, casas bajas y plazas centrales estaban llenas de vida. Pues la llegada de los congresales revolucionó la ciudad.
Otro aspecto interesante es que la Casa de Tucumán, donde se firmó la independencia, era una típica casona colonial, con paredes de adobe blanco, techos de tejas y un gran patio interno. Sin duda fue cuna de un fuerte espíritu patriótico, marcado por la sed de libertad.
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