
El icónico producto que ya no se fabrica ni se vende en el país: lo extrañan todos los argentinos
Por estrategias de mercado
El hotel Termas de Puente de Inca cerca del Aconcagua, era un hospedaje muy considerado por la rancia aristocracia nacional y extranjera
Curiosidades07/02/2025El niño heredero al trono inca estaba postrado. Sus fuerzas se agotaban. No había yuyo, hechizo o sacrificio que pudiera curarlo. El Inka emperador se encontraba destrozado. ¿Quién llevaría adelante la continuidad del imperio si la criatura fallecía?
Los brujos desconcertados no acertaban con el ungüento sobre el supuesto mal que determinaba el oráculo. Los chamanes alucinaban envueltos en humo de cenizas de hojas de coca embriagados en las mieles de la chicha. Hasta el “villaq umu” como sacerdote principal se encontraba sin respuestas.
Es ahí cuando un centenario “amauta” de Ttoccocachi (“la cueva de la sal”) le acercó al emperador una esperanza. Un quipu (del quechua: nudo – atadura. Sistema gráfico y contable inca) “escrito” por el mismo Viracocha donde se dejaba constancia que entre las cuatro regiones imperiales del muy extenso Tahuantisuyu existía un manantial milagroso que curaba todos los padecimientos, despojando hasta la enfermedad más cruenta con solo sumergirse en esas aguas benditas.
Lo que no especificaba el escrito era dónde de todo el amplísimo imperio se encontraba el lugar sagrado. Buscarlo entre 2.500.000 de kilómetros cuadrados de la extensión imperial y a través de la red vial del “qhapaq ñan” (los caminos del inca) de más de 30.000 kilómetros de sendas era el sacrificado precio que había que pagar.
Así si fue como, sin pausa y con mucha prisa, el Inka organizó las cuatro expediciones exploradoras que recorrerían el imperio en búsqueda del lugar que describía la histórica escritura hecha de sogas y de nudos.
Desde Cuzco partieron los expedicionarios hacia el oeste buscando Antisuyu (la tierra del Machu Picchu), al norte en pos de Chinchaysuyu (la tierra de los jaguares), al este para llegar a Contisuyu (la región del cóndor) y por el camino del sur al alejadísimo Collasuyu (caracterizado por los cientos de rebaños de llamas). Todos partirían desde “el ombligo del mundo” sobre el mítico valle del río Huatanay. La misión: encontrar el manantial sagrado.
La expedición que volvió con la respuesta esperada fue la del sur. Ese grupo que recorrió todo el Collasuyu, (“la región de los sabios” - colla: sabio – suyu: región) hasta la zona de los recientemente conquistados pueblos Huarpes del “cuyun” (arenales). Ahí estaba el manantial con las aguas termales que eran calentadas por acción del dios del sol: Inti.
Una celebración en noche de cuarto creciente despidió la comitiva que llevaría sobre sus hombros al descendiente heredero con el Emperador abriendo el camino. Los mejores guerreros y los indios más fuertes serían la custodia; “ichuris” y “comascas” (adivinos y curanderos) completaban la delegación, mientras el “chakama”, la mítica cruz del sur, haría de brújula guiando la ruta.
Tras meses de viaje al fin llegaron a la zona de Tambillos. Ahí estaba el sagrado manantial tras una gigante quebrada que parecía imposible de sortear. Atónitos quedaron todos. La desazón los cubrió por un instante pues el viaje parecía haber sido en vano. ¿Cómo pasar?, ¿cómo atravesar el bravo río?, ¿cómo saltar ese abismo?
Fue ahí cuando apareció la inspiración de Inti y Killa (sol y luna). Los guerreros incas se abrazaron y armando, entrelazados, un puente humano unieron un extremo de la quebrada con el otro. El emperador tomó a su hijo entre los brazos y atravesó el puente constituido por los soldados caminando por sus espaldas hasta las aguas que vertían del sanador manantial. Pudo sumergir al niño mientras el lugar se pintaba con los dorados rayos del Sol. Al girar su cabeza hacia sus valientes soldados en son de agradecimiento observó como un puente de roca se había constituido naturalmente sobre los cuerpos petrificados de sus fieles expedicionarios.
Había nacido Puente del Inca. Había nacido una leyenda, alegórica historia que explicará en fábula esa única maravilla mundial formada por la “arquitectura” de la espontánea y sabia naturaleza en forma de arco y concebida por la erosión del agua, viento y nieve que durante millones de años crearon un puente natural de rocas sobre el río Cuevas, Patrimonio de la Humanidad por UNESCO entre los cerros Banderita Norte y Banderita Sur.
El valor geológico, paisajístico e histórico lo han convertido al puente en un insoslayable rasgo de la identidad patrimonial y cultural mendocina.
Y vos, ¿Conoces otra leyenda?
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